Eduardo Sánchez
En 2 eventos consecutivos en Tulancingo y Mineral de la Reforma, el precandidato de Morena al Senado, Cuauhtémoc Ochoa Fernández, fue recibido con abucheos por parte de la audiencia. Los actos, presididos por la líder del partido, Claudia Sheinbaum Pardo, se convirtieron en escenarios de descontento palpable hacia la figura del político señalado como un representante del viejo régimen priísta.
Especialmente notable fue el repudio expresado en el mitin a un costado de la avenida que divide a Pachuca con Mineral de la Reforma. Aquí, las pancartas altas denunciaban la posible imposición de un candidato asociado con el exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y recordaban los principios de Morena sobre la no traición al pueblo. Los asistentes, en su mayoría militantes del partido, no dudaron en hacer escuchar su descontento con gritos de “¡Fuera Ochoa!” en el momento de su presentación.
El rechazo hacia Ochoa Fernández se repitió en Tulancingo, donde al intentar recibir el supuesto apoyo del morenismo reunido, se encontró con un sonoro “¡Buuu!” seguido de cánticos pidiendo su salida del escenario. Todo esto ocurrió bajo la mirada de Claudia Sheinbaum, quien enfrenta ahora el desafío de gestionar este malestar interno en su partido.
La incógnita que persiste es si Morena está dispuesto a resistir el repudio hacia su precandidato y afrontar el costo político que ello implica. La lealtad a los principios de la regeneración nacional y la defensa de la base militante se ven confrontadas con la elección de figuras que representen una continuidad con el pasado político que el partido prometió superar.
Este episodio subraya la complejidad de la política interna en Morena, donde las tensiones entre los ideales fundacionales y las estrategias pragmáticas son evidentes. La capacidad del partido para gestionar estos conflictos y mantener la cohesión entre sus seguidores será crucial de cara a las próximas elecciones.
Dulce Castillo
